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Vírgenes Negras (Revista Esfinge) (página 2)



Partes: 1, 2

 

3. La madre negra

El negro representa la fecundidad y la tarea oculta y
secreta en que las cosas se van gestando hasta que llega el
momento de su manifestación.

anto el negro como su opuesto, el blanco, son colores
límite. Uno representa la ausencia de color y el otro
su síntesis.
El negro está asociado a las tinieblas primordiales, a la
indiferenciación de los comienzos, a los abismos del cielo
y de la tierra, a
lo profundo donde todos los elementos parecen unirse. Así,
representa al Caos, que todo lo contiene en potencia y donde
todas las cosas son posibles. El negro y el blanco han sido
asociados a la muerte en
tanto que umbral y elemento de confluencia y, a la vez, de
partida en un nuevo cambio, una
mutación y una transformación. El negro es el color
de la noche, de la oscuridad, de la no-luz y del
tiempo
anterior a la luz. El negro representa también la
disolución y la putrefacción donde los elementos
que se han separado pueden reunirse y germinar bajo la acción
de la humedad, apareciendo de nuevo a la luz. Esa faceta de
ocultamiento, de la obra que se realiza más allá de
la visión pero que sin embargo sucede, es lo que se ha
asociado a la fecundidad y a la tarea oculta y secreta en que las
cosas se van gestando hasta que llega el momento de su
manifestación. Así, el negro ha sido asociado al
Yin, el aspecto femenino de la Naturaleza.

Esta cualidad de potencial germinativo es la que ha
hecho que se considere al Caos como el receptáculo en el
que germinan las formas con las leyes que las
rigen. Ese negro, femenino, potencial, contendría en
sí la semilla de las cosas sujetas a ritmos,
representaciones y transformaciones.

4. Acercamiento
simbólico

En el aspecto de receptáculo la madre es el Gran
Útero hecho de vida y vida misma en su potencial de
gestación, el gran atanor que posibilita los cambios; por
eso ha sido imaginada como una Gran Potencia que alumbra y recoge
a los universos, los mundos y todos sus seres, de todos los
órdenes y de todas las categorías; animales y
vegetales y con ellos las Leyes que rigen sus procesos
vitales. Se la ha personificado en la Magna Dea, la Diosa, la
Gran Madre, Aditi, Maha Sackti para Oriente, fuerza vital
que gesta, mantiene, sostiene; que anima y unifica y que, siendo
Ella océano vital, conduce a sus seres inmersos en sus
corrientes a través de los movimientos de sus aguas de
vida.

Uno de sus símbolos es el caldero, el cáliz, la
copa, el receptáculo contenedor. Otro, las Aguas, las
Grandes Aguas de seno inmenso y profundo que huyen hacia el fin
del cielo y hacia el punto más lejano de los
océanos. Es la potencia que está más
allá de las aguas y al mismo tiempo el agua misma;
por eso es el movimiento, el
ritmo, el ciclo, la oleada que lanza a sus seres para
alimentarlos de su esencia, para permitirlos existir en ella
misma y para reunirlos de nuevo en su seno.

Si es las aguas del espacio, constituye ese inmenso
océano que espera el aliento divino para activarse. Si es
la ola que regenera, recoge a todos sus hijos al final de sus
ciclos de vida, ya sea en la larga duración del tiempo de
los soles, como el momento de la pequeña partícula;
desde lo enorme a lo ínfimo. Si expresa, plasma, si
recoge, aúna. Entonces es la muerte. La
pequeña muerte de cada ser y la Gran Muerte que devuelve a
la Creación al silencio originario.

Ella que brinda los requisitos vitales, apenas es
afectada por ellos. Por eso se la concibió como la Madre
Virgen, intocada e intacta durante la eternidad antes de la
Creación. Como Caos Primordial es la Madre de la Luz, como
Cuerpo del Espacio en el que nacen, flotan y mueren los
Universos, la Madre del Cosmos, de los Soles y de los Mundos con
sus seres. Por eso es la Reina de la Naturaleza Toda. Por eso se
la ha llamado la fructificadora, y los vegetales, animales y
hombres surgen de ella y de ella se alimentan. Por eso se la ha
representado con el niño divino en brazos; su fruto, que
nos representa a todos, los grandes seres y los pequeños
seres. Todos somos el Hijo.

Se la ha asociado a la Tierra y a la
Luna. Como esencia gestante es la potencia ctónica que
recoge a los muertos y los conserva, como las semillas
caídas que duermen en su regazo, el tiempo necesario.
Así se ha imaginado que las grutas y oquedades son puertas
que conducen a un punto central en el inframundo, donde reina y
vela por sus criaturas, otorgándolas el tiempo del
sueño y el tiempo del despertar.

Cuando se la ha relacionado con la Luna, también
vinculada desde tiempos inmemoriales con el tiempo, los ritmos
vitales, las aguas, las mareas, la humedad y la fecundidad,
también es dual: la Luna tiene una cara de luz y una
vertiente de oscuridad nunca hollada por el Sol,
eternamente sombría e inmutable; mientras que la faz
luminosa está sujeta a diferentes expresiones de
luz.

A los seres humanos nos cuesta mucho esfuerzo la
visión unificadora e integrada. Nuestra mente tiende a
separar las cosas en oposición; todo lo más,
podemos entender la interacción de los pares como
complementaria y la mayoría de las veces solo comprendemos
la disyunción y el conflicto de
la dualidad. Así, el simbolismo de la madre negra ha
servido en muchas ocasiones para expresar aspectos que
consideramos peyorativos.

5. La luna oscura y algunas de sus
representaciones

La Gran Madre, Caos, Noche Cósmica, útero
y recipiente de la vida, es abismo oceánico, el seno de la
tierra y la Luna. Sus atributos fueron con el tiempo
representados en distintos imaginarios muchas veces demasiado
separados entre sí según las variaciones de
percepción psicológica y mental
mediatizada por los momentos culturales en el que se formularon,
personificaron y recibieron culto. Representaciones
antiquísimas de la diosa Luna son los pilares o los conos,
mayoritariamente de piedra; muchas veces de origen
meteórico (las llamadas piedras lunares) que en ocasiones
eran trabajadas. El color también variaba en función de
estos aspectos luminosos o sombríos de la deidad lunar y
la valoración positiva o negativa de los pueblos que las
sacralizaron. Si en Pafos o Chipre Astarté era
representada como un cono o pirámide blancos, Cibeles lo
era como una piedra negra. En Caldea la Gran Madre era venerada
en forma de piedra negra sagrada que muchos defienden sea la
misma que aún ahora se guarda en la Kaaba de la Meca,
sólo que antaño, al parecer, la servían
sacerdotisas y ahora son sacerdotes en un culto estrictamente
patriarcal.

Las piedras lunares a menudo eran representadas como
ónfalos, centros vitales; y el pilar como árbol,
con un significado parecido al ya visto: el fruto de la
Naturaleza, ramificación de posibilidades que obedecen a
un principio común, los distintos seres, fecundidad,
expansión vital, la vegetación, etc., según el nivel de
análisis empleado. Todos sus frutos son el
Hijo de la Diosa, el hijo de la Luna, que muere y renace
periódicamente. Si bien es muy común que la Diosa
Madre sea representada con su hijo en forma de niño,
también lo son las alusiones al hijo como compañero
y consorte igualmente sometido a ciclos de muerte y
resurrección. Inanna, Isthar, Cibeles, Afrodita e Isis
están asociadas a esta contraparte y complemento, su
aspecto masculino, que en una de sus claves es el árbol
pilar y que en esta faceta recibe muchas veces el calificativo de
"el verde". Frazer y otros estudiosos del siglo XIX llamaron la
atención, haciendo una interpretación exclusivamente agraria (de
fecundidad física y de la
tierra), de la asociación de estas diosas-madre con el
árbol, y su aspecto sombrío y doloroso al ver
muerto a ese consorte.

No sólo ceremonias del mundo antiguo rememoran
este hecho, sino también fiestas del folklore
popular en las que figuran el árbol y la cruz como
árbol esquematizado. Todo el ámbito europeo tiene
tradiciones en torno al
árbol y nuestras Cruces de Mayo hundirían sus
ancestros en estas consideraciones. Cuentos y
mitos sobre
el hombre
verde, Jacq o Jacques in the green en el mundo anglosajón,
tal vez el Santiago el Verde asociado a nuestra Señora de
Atocha, cuyo toponímico pudo haber tenido lugar a
raíz de este símbolo, son ramificaciones de la
misma pauta simbólica. En las celebraciones populares, el
árbol de la Luna aparece en dibujos
cubierto con frutos o luces; en un dibujo asirio
tiene cintas, como en algunas celebraciones del árbol de
Mayo y ¡quién sabe si entonces, como ahora, se
celebraban danzas alrededor! Cruces o palos truncados sobre una
media luna y representaciones de árboles
con un origen claramente pre-cristiano, se han encontrado en
algunas iglesias griegas.

La diosa Luna a veces es representada con una Luna
creciente; el ejemplo más cercano es Isis o Hathor, la
Luna como barca que surca las aguas del cielo. También el
hacha de doble filo, tan común en el mundo
mediterráneo, nos remite a los cuernos de la luna. Una de
sus distintas interpretaciones es, de nuevo, fecundidad y
potencia vital; de características ambivalentes,
masculinas y femeninas a un tiempo, nos habla otra vez y de otra
forma de la diosa y su consorte, tanto la vaca nutricia como el
toro celeste o terrestre que fertiliza. Sorprende de nuevo que en
las tradiciones de las vírgenes negras aparezca con
aplastante mayoría San Lucas, cuyo animal
emblemático es, precisamente, el toro.

6. Psicología de las
diosas negras

La representación de la Madre Oscura y de la Luna
Negra ha pasado psicológicamente a asumir
características de lo incontrolable, lo desconocido y por
tanto lo que contiene y mantiene la mayor parte de nuestros
temores y de nuestras evitaciones. A nivel social representan
muchas veces aspectos de la Naturaleza y de los seres que se
consideran contrarios al orden imperante o que, se piensa,
atentan contra el mismo.

El abismo en el que se oculta a la Madre Oscura
representa en los humanos lo inconsciente, con todas sus facetas
y posibilidades. Los contenidos que han sido rechazados y
desplazados de la conciencia por
ser incompatibles con la propia imagen, con lo
que se espera de uno mismo y con lo que los demás esperan
de uno; así como aspectos personales que se consideran
desfavorables para ser valorado, querido, considerado o deseado
por otros. Pero también están aquí las
cualidades nunca desplegadas y las potencialidades desconocidas
que no pudieron expresarse o manifestarse. Jung llamó a
esta parte de la
personalidad la sombra; que si bien en un cierto nivel puede
coincidir con el inconsciente freudiano, lo sobrepasa ampliamente
ya que es tanto caudal de energía como lo que llamamos
"bueno" y "malo" de nosotros mismos.

A nivel social, este abismo donde se oculta la Diosa
Oscura significa el destierro de la conciencia social, lo que
indica que una vez pudo haber tenido consideración
colectiva y por otra parte, desde el infierno, mundo
subterráneo, seno de los mares, etc., o dondequiera que se
la haya situado, sigue de algún modo existiendo y
esperando una nueva oportunidad de
manifestación.

Como ya se ha señalado, muchas diosas han sido
representadas en sus dos facetas: luminosa y sombría. Dos
copias idénticas de Artemisa de Éfeso, la muestran
una en blanco y otra en negro, acogiendo a la Naturaleza toda.
Tenemos imágenes
negras de Demeter (que en su versión oscura dejó al
mundo yermo cuando perdió a su hija, a su vez Reina de los
muertos). Kali, madre terrible, tiempo (kala) que todo lo devora,
y que en cierto modo puede considerarse como un aspecto de
Parvati, la contraparte de Shiva, es negra. Todas son una
expresión del poder del
aspecto femenino de la creación y el aspecto
destrucción, muerte y regeneración de la
Naturaleza.

Hay imágenes negras de Isis, aunque
también tiene una contraparte en su hermana Neftis, el
rostro eternamente oscuro de la Luna; y Ereshkigal,
Hécate, Lilith, si no negras, sí son claramente
infernales. La primera es también hermana y contraparte de
Inanna, vive en el Kur, o lo inmenso desconocido. Está
perpetuamente sola, ansiosa e insaciable; se siente abandonada y
llena de furia.

Ereshkigal fue diosa de la fertilidad en la tierra y
esposa del Gran Toro del cielo, así como Hécate fue
también, antes de Hesiodo, una diosa terrenal.
Hécate resume la concepción humana de los terrores
de las tinieblas, de los desvaríos de lo irracional, las
pesadillas, los terrores nocturnos. Pero también abarca la
conciencia amplificada, la visión profética y
el
conocimiento profundo de los sucesos; psicológicamente
se mueve entre lo impulsivo y lo intuitivo. Es la faceta
impulsiva de Lilith, su rebeldía indomable, la que hizo
que fuera socialmente indeseable para la tradición
patriarcal judaica. Se la ha hecho poseedora de una sexualidad sin
freno, por eso en la tradición judeo cristiana se la
juzgó enemiga del matrimonio y de
los hijos, y en el medioevo se la consideró como un
súcubo, demonio hembra que acudía por las noches al
lecho de los varones.

Prácticamente todas las tradiciones han conocido
y han rendido culto a diosas oscuras. Todas, incluidos los
ejemplos presentados, muestran diferentes niveles de lectura,
aunque algunas de sus peculiaridades más llamativas sean
las que las han caracterizado para la posterioridad. Lo cierto es
que en las diosas oscuras ha latido siempre un factor de
renovación y de transformación.

7. Las vírgenes negras en el
medioevo

Muchos estudiosos de las vírgenes negras han
apuntado al presunto mensaje alquímico de su color y de
los tonos de sus ropajes (negro o azul oscuro, blanco y rojo). El
negro o el azul oscuro, representando a la materia prima
y a la primera fase de la obra, la opus nigrum; el blanco, al
albedo y el tercero o rojo, al rubedo. Rastrear
históricamente los colores de las vestiduras de las tallas
es una tarea ardua, máxime si tenemos en cuenta que hay
sitios donde sólo tenemos la referencia de que
posiblemente allí hubo alguna vez una virgen negra, pero
sólo queda la tradición, como es el ejemplo del
Mont St. Michael, en Francia; o nos
encontramos una talla que es la copia de la copia de una imagen
negra original que se perdió para siempre, lo cual es
frecuente por desastres
naturales e intervenciones humanas. En España los
colores podrían coincidir en Nuestra Señora de
Nuria, pero no así en la de Montserrat, Guadalupe, Atocha
y mucho menos Almudena que es una imagen mucho más
moderna. Claro que tampoco sabemos cuáles eran los colores
originales teniendo en cuenta, además, la costumbre (que
duró siglos) de vestirlas. Por otra parte, muchas
representaciones generales de la Virgen, sobre todo a partir del
Renacimiento,
sí muestran en los colores de sus trajes interesantes
características simbólicas, como el blanco y el
azul claro para la Inmaculada, que podemos asociar con la Virgen
Celeste, la materia
incontaminada más allá de la Vida y de la Muerte y
causa de ambas. El rojo y el azul en todas sus gamas para la
Virgen Madre, rojo femenino de vida y sangre en el
traje y azul, en ocasiones tachonado de estrellas, masculino y
celeste, para el manto. Espíritu y Materia en
conjunción para fructificar en el
Niño-Creación; y finalmente el negro y el blanco o
simplemente el negro de luto y muerte, con el matiz
ctónico ya indicado, para la Virgen Dolorosa.

Otro aspecto a destacar de las vírgenes negras
son los milagros. Los que se han acercado a su simbolismo han
señalado peculiaridades que no se dan en otros milagros
atribuidos a Nuestra Señora en otros momentos
históricos. Son milagros que tienen que ver con la vida y
la muerte, como el que se produjo en el momento de la
reaparición de la imagen de la Almudena; con
tele-transportaciones, como los casos de cautivos que desde
Oriente despiertan de pronto en su país y son liberados de
sus cadenas; o la salvación de las aguas (como el de
Nuestra Señora de Atocha en el pozo de San Isidro) etc.,
milagros de individuación, de liberación, de
despertar.

Por otra parte, en el lapso del medioevo coincidente con
la aparición de las vírgenes negras hay una
reactivación social, artística y cultural en el
seno de la sociedad
medieval hispano-francesa. Las órdenes monásticas,
las cruzadas, los templarios, el contacto con Oriente y el mundo
árabe facilitaron el comercio, la
entrada de conocimientos sobre arquitectura,
arte en
general, medicina,
matemáticas, astronomía, etc. Y la traducción de los clásicos
abrió nuevas perspectivas en la filosofía y en el
mundo del conocimiento
en general. Hay una irrupción y un desarrollo del
elemento femenino, no sólo con el culto mariano, sino
también de forma idealizada en el amor
cortés… a pesar de las grandes discusiones que
acapararon la atención de los escolásticos sobre la
Naturaleza, la carne y el pecado, sembrando una disyunción
entre materia y espíritu que ha llegado a nuestros
días.

8. Leyendas y
mitos

Testigos de celebraciones de todo tipo, han dado pie a
historias de reyes y plebeyos, princesas y campesinos.

Hay constancia de vírgenes negras en toda
Europa. La
mayor concentración de estas imágenes, descubiertas
y estudiadas hasta ahora, está en Francia. España
ocuparía el segundo lugar. Diseminadas por nuestro
territorio, asociadas a montañas, grutas, ermitas, cursos
de agua, pozos,
piedras, árboles o sembrados, son pródigas en el
Camino de Santiago. No en vano el apóstol está
fuertemente vinculado a Nuestra Señora, que le
alentó a venir a nuestras tierras y le protegió
después, según la tradición, en su misión
evangelizadora. Pero también se encuentran en
Cáceres (Guadalupe) y en Madrid, por
ejemplo, lejos de la ruta jacobea. Madrid cuenta con dos
vírgenes negras de antiguo culto: Nuestra Señora de
Atocha y Nuestra Señora de la Almudena, a pesar de que
algunos investigadores han señalado que pudiera tratarse
de la misma, puesto que de la imagen encontrada en un lienzo de
la muralla árabe sólo tenemos la leyenda milenaria,
por cierto, ya que algunos dicen que se remonta a San Lucas,
mientras que otros a San Juan, habiéndose tallado en vida
de la Virgen. También contamos con algunas menciones
históricas, porque la talla que podemos observar en la
Catedral sólo conserva de tan vetusto pasado la
memoria.

9. La señora de la
almudena

Se dice que Santiago el Mayor trajo consigo la imagen de
Nuestra Señora de la Almudena. Posteriormente se
depositaría en la Iglesia de la
Almudena en la calle del mismo nombre, entre las actuales calles
de Bailén y Mayor. Para preservarla de un posible acoso
musulmán, un herrero la oculta en un lienzo de la muralla
árabe con dos cirios encendidos, uno a cada lado. Era el
año 712.

Tras reconquistar Madrid por tercera vez, Alfonso VI, en
1083, tiene noticias del
suceso y se interesa por el paradero de la efigie.

La conquista de Toledo es difícil y se cuenta que
no se producirá hasta que no aparezca la Virgen. Una joven
cristiana madrileña conoce los avatares de la imagen, pero
no sabe el sitio exacto del ocultamiento. Ruega a la Virgen que
la ilumine en este sentido y llega a ofrecer su vida a cambio de
la recuperación de la talla.

El Rey y la muchacha se encuentran en Toledo. Se cuenta
que el monarca prometió hacer todo lo posible para hallar
la imagen aunque tenga que desmontar la muralla con sus manos
piedra a piedra. Organiza en Madrid una procesión de
rogativas que se encargó él mismo de presidir, y en
medio de los cánticos y rezos se oye un gran estruendo,
como si la tierra se estremeciera y los edificios se rasgaran. Se
abre un gran hueco en la muralla, repican las campanas, aparece
Nuestra Señora con las dos velas encendidas como
antaño se la encubrió, y la joven cae muerta a los
pies. Era el 9 de Noviembre de 1085. Una imagen de la Virgen,
blanca por cierto, en pie, con el niño en brazos, se puede
contemplar en la parte de la muralla que rodea la Catedral y baja
por la calle Mayor en dirección a la Cuesta de la Vega, llamada
así por la fértil franja de cultivos que
antaño descendía hacia el río. Una placa da
fe del milagro y señala el lugar como el correspondiente a
la aparición. Allí estuvo antaño la Puerta
de la Vega.

Dicen que la imagen de la Almudena deriva de la palabra
árabe almudín, según unos, que se
relacionaría con alhóndiga, al mudayna o al medina,
la ciudad o ciudadela, según otros; y finalmente con almud
o piedra de esta forma, según quieren unos
terceros.

10. La señora del
atochar

De la Virgen de Atocha se ha dicho que la trajeron a
España los discípulos de San Pedro, y
también (¡cómo no!) San Lucas. La siguiente
mención es del siglo VII y se la atribuyen a San
Ildefonso, arzobispo de Toledo, a cuya diócesis
pertenecía Madrid. Ildefonso escribió a un
canónigo de Zaragoza instándole a que no se
olvidara en su camino hacia Toledo de visitar una imagen de
Nuestra Señora, conocida como la Virgen del Atochar, con
un niño sentado en su rodilla izquierda y una manzana en
su mano derecha. Y es que en aquellos tiempos, el camino hacia
Toledo desde Zaragoza pasaba por Alcalá y por
Madrid.

Aunque la tradición dice que la Virgen de la
Almudena era negra, la imagen que ahora podemos observar es
morena. En cambio, la Virgen de Atocha es una talla de madera, muy
oscura, con el traje pintado en tonos azules y dorados. El tipo
de talla, su tamaño y características indican que
fue y es una virgen negra, seguramente el original que
surgió de las manos del artesano que la talló (que
desde luego no fue San Pedro, como tampoco San Lucas el autor
real de otras tantas, incluida la Almudena, que si hacemos caso a
la leyenda debió pasarse el tiempo esculpiendo); y tal vez
la imagen que ahora contemplamos tampoco es aquella a la que se
refieren las primeras crónicas citadas.

Según consta, en el año 720 la Virgen de
Atocha estaba en una ermita en la vega del río Manzanares,
próxima al actual Puente de Toledo, en un lugar que se
conocería como Santiago el Verde, dicen que porque era una
zona bastante fértil. Gracián Ramírez,
un noble visigodo que tenía un castillo en Ripa Carpetana
(actual Rivas Vaciamadrid) entre los ríos Jarama y
Henares, y que solía visitar la ermita todos los
días, constató una buena mañana que no
estaba allí la imagen. Al buscarla, la halló en los
atochares. De este término dicen algunos autores que
deriva el nombre de la Virgen, que significaría campo de
esparto, y que era muy abundante en las riberas del río.
Otros quieren que Atocha derive de Antioquía, de donde
procedería la imagen. Los hay que apuntan a una
procedencia vasca en cuyo apoyo estaría la
etimología de Vallecas o Valle del Kas, mientras que otros
la hacen derivar del griego Theotokos, Madre de Dios, cuyas
siglas figuran al pie de su cátedra.

Gracián decide levantar una nueva ermita en el
lugar de su hallazgo, camino de Vallecas, hoy avenida Ciudad de
Barcelona, muy cerca si no el mismo lugar donde hoy está
su Basílica. Cuando se estaban realizando las obras fueron
atacados por los musulmanes, que pensaron que lo que se estaba
construyendo era una fortaleza. Para evitar que su esposa e hijas
cayeran en manos de los infieles, y de acuerdo con ellas, las
decapitó con su espada. Entonces los testigos presenciales
hablan de un impresionante resplandor que desorientó a los
atacantes y que hizo que huyeran en desbandada. Este hecho,
según se ha opinado, facilitó que Madrid pudiera
ser reconquistada durante algunos años.

Cuando acabó la reyerta, Gracián
Ramírez tomó conciencia de lo que había
hecho. Estaba confuso, apenado y lleno de furia. Lloraba entre la
multitud de cristianos agradecidos ante la imagen por su
intervención en la victoria. Cuando pudo abrirse paso al
altar vio que, arrodilladas y en primer plano estaban su esposa y
sus dos hijas que, de nuevo vivas, oraban y sólo mostraban
una cicatriz en el lugar de la herida.

11. Pasado y presente de las
vírgenes negras de madrid

Los estudiosos franceses han señalado la
vinculación entre la tradición céltico
druídica y las vírgenes negras. Por una parte
encontramos representaciones de diosas madres celtas muy
similares a las vírgenes negras. Sin embargo, en otras
culturas también tenemos diosas sentadas con el
niño en brazos o en su seno. Un referente cercano a
nosotros es el de la egipcia Isis.

Madrid estuvo poblado desde muy antiguo. Se han
encontrado restos de asentamientos humanos prehistóricos.
Tenemos constancia de poblaciones celtíberas. Por supuesto
de la presencia romana, como se puede ver en el museo municipal
de San Isidro. En la zona de Rivas, donde se dice que
antaño vivió Gracián, se ha encontrado un
poblado visigodo; y aún tenemos las huellas de los
árabes, que están a la vista de todos, pues restos
de los minaretes de lo que en su día fueron mezquitas,
están integrados ahora en iglesias católicas como
las de San Pedro el Viejo, en la calle del Nuncio o de San
Nicolás, en la plaza del mismo nombre.

Otra mezquita, la principal de Madrid, estaba en la
calle de la Almudena, sobre la que se levantó la iglesia
que da nombre a la calle y que fue derruida en la segunda mitad
del siglo XIX por reestructuraciones urbanísticas. Por no
hablar del antiguo Alcázar, que se quemó en tiempos
de Felipe V, y que ocupaba la colina donde ahora se alzan el
actual Palacio Real y la Catedral de la Almudena. Los nombres
actuales de las calles de la zona, y en general de la del Madrid
de los Austrias, nos hablan tanto de los lugares donde se
situaban los gremios (tintoreros, latoneros), como la población musulmana (puerta de moros,
morería, etc.). Lo que es indudable es que tanto la
primera ermita al lado del Puente de Toledo, como esa segunda
ermita, que según la leyenda construyó
Gracián para Nuestra Señora de Atocha, estaban
extramuros y bastante lejos del Madrid de aquel
entonces.

¿Qué imagen se adoraba allí en
aquellos siglos VII y VIII de las primeras crónicas,
teniendo en cuenta que la que ahora podemos contemplar es, casi
con toda seguridad y como
mínimo, dos o tres siglos posterior? ¿Se trataba de
la Virgen cristiana? …Seguramente era un culto popular, y si es
así, es posible que fuera de antigua tradición. Hay
autores que dicen que antes de la talla que conocemos
podría haber habido una pintura de
Nuestra Señora, pero este dato parece confundirse con una
atribución similar a la de la Almudena.

Si, por otra parte, el culto mariano empezó su
apogeo precisamente en la época de las vírgenes
negras, que, recordemos, son datadas entre los siglos XI y XII, y
sabemos que cultos anteriores al cristianismo
fueron cristianizados, y viejos símbolos de claro
componente arquetípico, integrados también en el
mundo cristiano, como, entre otros, sucedió con las
antiguas diosas madres; y si además tenemos en cuenta que
desde el siglo IV, que es cuando consta la caída del
imperio romano,
al VII en el que nuestra Señora de Atocha ya era
plenamente venerada, hay demasiado poco margen como para admitir
que creencias milenarias y cultos enraizados hayan desaparecido
sin dejar rastro; podemos considerar muy probable, entonces, la
continuación de los mismos a través de los vaivenes
socioculturales, y que con el tiempo se identificaran de acuerdo
con la nueva visión religiosa.

12. Otros enigmas y leyendas

En este sentido surge una nueva pregunta:
¿Qué culto pudiera haberse celebrado en la zona,
anterior al dedicado a la imagen que conocemos como Nuestra
Señora de Atocha, y a qué deidad femenina se
dirigía? ¿Y por qué allí precisamente
y no en otro sitio?

Sin descartar la posibilidad de que proceda de la
vertiente celta (o celtíbera) de acuerdo a la
opinión ya señalada de los eruditos franceses, hay
que recalcar que en España ha habido pueblos que han
contado con diosas negras en su tradición, como
posiblemente los tartéssicos, que veneraban a Noctiluca,
la luz lunar, y los fenicios o los
romanos, que incorporaron a Isis a su panteón. Sin hablar
del arquetipo de la Madre, que es universal y por tanto
común a todos los hombres de todos los tiempos.

Con Nuestra Señora de la Almudena tenemos otro
enigma añadido. Algunos cronistas de Madrid hablan de una
primitiva imagen visigoda, mientras que para otros corresponde a
una imagen romana, lo que apoyaría la hipótesis señalada anteriormente
relativa a los cultos precristianos, que en este caso no podemos
afirmar ni negar. Jamás ha sido encontrada, puesto que
cualquiera que haya sido su origen se quemó en tiempos de
Enrique IV y la afirmación, tan repetida, de que se trata
de la imagen más antigua de España se queda sin
fundamento. En descripciones posteriores parece haber sido
confundida con Nuestra Señora de Atocha, como son las
menciones a la pintura que figura en el sarcófago de San
Isidro que, sin embargo, parece representar a la primera,
mientras que otros han hablado de que estaban las dos
Vírgenes.

Una de las leyendas relativas a la Virgen de la Almudena
nos cuenta que Alfonso VI mandó pintar en un lienzo de esa
mezquita, previa a la construcción de la Iglesia de la Almudena,
un cuadro tal como se recordaba a la imagen y para conservar su
tradición (un hecho curioso, por cierto, que de haberse
producido en realidad hablaría de la enorme permisividad
de los musulmanes). Este cuadro mostraba una Virgen con un lirio
en la mano. Se trata de la Virgen de la Flor de Lis, que
también figura en otro cuadro posterior que estuvo durante
mucho tiempo en la Iglesia de San Isidro y luego en la cripta de
la Catedral de la Almudena. Hay otro dato y éste del siglo
XVII donde se la describe como sentada, morena, de nariz
aguileña, cabellos largos y, de nuevo, con un lirio en la
mano. Es en estas fechas cuando se ha situado la imagen actual.
Se ha dicho que los restos de la primera imagen, que era de pino
incorruptible, pero no incombustible como se ha comprobado, se
introdujeron en la imagen posterior, como también se ha
hecho en otros lugares en casos similares. La verdad es que los
citados restos no han aparecido.

Suponiendo que haya habido en tiempos dos
vírgenes negras distintas e independientes, y no un
"trasvase" de datos, es algo
que llama la atención. Si como dicen los investigadores,
su "aparición" y localización es intencionada,
¿por qué podemos contar con dos precisamente a tan
poca distancia la una de la otra?

Para no quedarse atrás, también se ha
atribuido a la intervención de Nuestra Señora de
Atocha la reconquista de Madrid en la época de Alfonso VI
y a partir de esa fecha fue creciendo aún más su
devoción y recibiendo nuevas donaciones, por lo que el
arzobispo de Toledo destinó a varios canónigos para
atender los cultos, siendo sustentados por el patrimonio
creado. Entonces se construyó un nuevo templo, aunque se
respetó la ermita, que duró hasta los tiempos de
Felipe II. Esta ermita medía tan sólo 14 metros
cuadrados y estaba llena de muletas, cadenas, naves,
lápidas, cuadros, etc., fruto del agradecimiento de sus
fieles y muestra de su
intervención milagrosa.

El tamaño reducido de la ermita se debe a las
capitulaciones que se firmaron con los moros, quienes
señalaron el tamaño que debía mantener, tal
vez por cuestiones de seguridad. Este dato es importante ya que
nos muestra que los árabes estaban al corriente de su
culto y lo respetaron y que las intervenciones que nos brinda la
tradición, a favor del bando cristiano y los ocultamientos
para evitar profanaciones, como se cita claramente en la leyenda
de la Almudena, obedecen más a intenciones religiosas,
políticas y sociales que a una amenaza
real.

En la época de las tres culturas aparecen dos
milagros de Nuestra Señora de Atocha en las Cantigas de
Alfonso X el Sabio, pero el más famoso es el de San
Isidro. El Santo era muy devoto de esta advocación de la
Virgen. Todos los días la visitaba antes de ir a trabajar
y a ella se encomendó cuando iba a contraer matrimonio
para acertar en él, lo que después se
convirtió en costumbre para muchos. Un día, estando
Isidro en el campo, su hijo se cayó al pozo de su casa, de
donde no podían sacarlo. Al volver su padre de trabajar y
ver lo acontecido suplicó el auxilio de Nuestra
Señora. Entonces el agua del pozo subió hasta el
brocal y llevó a la superficie al niño sano y
salvo. El pequeño debía de saber nadar y tener un
dominio
asombroso de sí mismo para sobrevivir en remojo hasta que
el padre rogara ayuda.

El pozo del milagro puede contemplarse hoy día en
el Palacio de los Vargas, sede del Museo Municipal de San Isidro.
Hay versiones que dicen que el niño salvado de las aguas
(individuado, renacido) no era su hijo, sino el de la familia
Vargas, de quien San Isidro era siervo.

También tenemos una liberación
espectacular de cautivos. Unos condenados a muerte se
encomendaron a Nuestra Señora de Atocha y aparecieron
libres de sus cadenas junto al convento de Atocha siendo
atendidos por los frailes. Esto ocurrió en el siglo XVI.
En la misma época, una epidemia de gripe que causó
muchas muertes en España, hizo que se sacara a la Virgen
en procesión y se la llevara a Madrid. En esos momentos
cesó la epidemia y curó también Felipe II,
enfermo y desahuciado.

Otra procesión, en este caso de Nuestra
Señora de la Almudena, acabó con un gran incendio
por derrumbe. Ocurrió en el mismo siglo de los ejemplos
anteriores y en la plaza de la Provincia, donde varias casas
afectadas se vinieron abajo frente a la imagen que pasaba en esos
momentos por allí y pudo combatirse el fuego.

En la época de los Borbones comenzó a
tomar auge el culto a esta representación de Nuestra
Señora. Fue robada en 1789 y ejecutado su autor, escondida
y encontrada con una soga al cuello seguramente por algún
miliciano tras la guerra civil.
Cuando se derribó la iglesia de la Almudena pasó al
convento de las Bernardas y en 1954 a San Isidro, estando ahora
en la Catedral que le está consagrada. En noviembre de
1948 fue coronada y desde entonces es patrona de Madrid. Su
día es el 9 de noviembre.

13. Del culto a la tradición
monárquica

Hay una larguísima lista de reyes que veneraron a
Nuestra Señora de Atocha, incluidos los Reyes
Católicos. Pero fue con Carlos I cuando comenzó una
mayor vinculación con la corona. Fray Juan Hurtado de
Mendoza, dominico, que era su confesor, consiguió su
aprobación y la del Papa Adriano VI para que la Virgen de
Atocha pasara a custodia de los dominicos. Tradición que
todavía perdura. Felipe II la llama Patrona de Madrid y de
todos sus reinos. Costea un
nuevo convento e iglesia que continúa financiando su hijo
Felipe III, y Carlos II lo decora con frescos de Lucas
Jordán. Todos los Austrias tuvieron gran devoción a
esta Virgen y practicaron la costumbre de llevar la imagen a su
lecho de muerte.

Los Borbones continuaron con esta tradición, a
pesar de que a Carlos III le propusieron que visitara a la Virgen
de la Almudena, pues estaba más cerca. Hay que
señalar que el monarca vivió en el Palacio
Real.

Testigo de bodas y celebraciones religiosas de todo
tipo, Nuestra Señora de Atocha dejó su santuario el
5 de mayo de 1808. El lugar fue ocupado por las tropas francesas,
que lo convirtieron en cuartel destruyendo la biblioteca y
cometiendo robos. La imagen pudo ser llevada a las Descalzas
Reales y más tarde al convento de Santo Tomás, en
la misma calle de Atocha (actualmente desaparecido), hasta el
regreso de Fernando VII, quien habría depositado su cetro
a sus pies y de allí lo recogió de nuevo. En 1834,
con la desamortización de Mendizábal, fue
confiscado el Santuario de Nuestra Señora de Atocha y
convertido en Hospital de Inválidos. El templo
quedó en ruinas y la imagen se trasladó a la
Iglesia del Buen Suceso hasta que los dominicos pidieron a
Alfonso XIII, en 1924, la restitución de los terrenos para
reconstruir templo y basílica.

La iglesia fue incendiada en 1936, afortunadamente la
imagen había sido ocultada. Finalizada la guerra
apareció en el Museo Arqueológico, en el fondo de
un baúl, detrás de todos sus trajes. Entonces se la
llevó a la Iglesia de Santa Bárbara hasta que la
Dirección General de Regiones Devastadas construyó
un nuevo templo, ampliando el anterior con dos naves laterales,
que es el que ahora podemos visitar. Esta basílica tiene
aneja un colegio de EGB y Bachillerato para 2000 alumnos. Los
terrenos incorporan el Panteón de los Hombres Ilustres,
una idea de la Reina María Cristina, cuya
construcción comenzó en 1891 como anexo a la
Basílica de Atocha. Allí están enterrados,
entre otros, Cánovas, Mendizábal, Sagasta,
Argüelles, Canalejas y Eduardo Dato.

La Boda Real del 22 de Mayo pasado, que se
celebró en la Iglesia de Nuestra Señora de la
Almudena, incluyó una visita posterior a la
Basílica de Atocha para ofrendar el ramo floral, un
eslabón más de la larga cadena de reyes, nobles y
fieles de todo tipo que han rendido homenaje a esta Señora
Oscura del Atochar desde tiempos que se hunden en la leyenda.
Esta visita real tiene además una lectura
simbólica, al servir de nexo de unión entre estas
dos Vírgenes, y es una justa retribución para
Nuestra Señora de Atocha, algunas de cuyas pinceladas
históricas se han señalado en el apartado anterior,
y a la que diversas vicisitudes políticas y sociales no
sólo parecen haberla situado en un segundo término,
sino convertido en una gran desconocida.

En su caso, parece que se cumple uno de los aspectos de
las diosas negras al ser relegadas a la oscuridad del olvido. He
aquí también mi pequeño aporte en
desagravio.

Paloma de Miguel –

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